5to día en Big Island

Este fue el mejor día pero la peor noche, el ataque de las piedras en la vesícula se apropió de mi sueño.
El 5 de octubre nos levantamos para agarrar camino hacia a Hilo, población al otro extremo de la isla; es un viaje de 2 horas aproximadamente, pero gracias al paisaje y la estación de radio con excelente y nada repetitiva programación (sin sarcasmo), el paso por la carretera 19 fue feliz. La emoción de volar sobre el volcán también ayudó.

Ya en el aeropuerto, después de los largos minutos de espera y la explicación de todas las medidas de seguridad, que hacer y que no hacer, por fin nos subieron al helicóptero, y después de que el piloto nos repitiera las medidas de seguridad, que hacer y que no hacer, despegamos.

Y no fue cualquier despegue, fue uno de película, en los audífonos sonaba la canción de Misión Imposible, y voló bajito, bajito, como si nos fuéramos a estrellar.

Desde diciembre del año pasado el flujo de lava disminuyó, por lo que no vimos ríos inmensos, pero si pudimos apreciar esos brotes inesperados de rojo y anaranjado. Estar ahí arriba y ver la lava en vivo, ha sido de la mejor experiencia que he tenido, es algo que quise hacer desde chiquita y que veía lejano, imposible. Siempre he sabido que soy muy afortunada, pero ahí supe que soy más de lo que pensaba.

Después del vuelo, comimos en un restaurante mexicano, caminamos poquito, fuimos a una cervecería, yo probé solo 2 tipos, el bobby si le entró a todas, después de eso quiso cargar su cel y llegamos a una crepería, me atasqué una muy buena con nutella, un café helado, y ese fue el inicio de la mala noche.

De regreso sentía mi estomago sobrecargado, un poco de dolor.

A la vuelta tomamos un camino nuevo, uno por el que se sube, sube, sube, tanto que se me secó la boca de tragar saliva para destaparme los oídos. Las carreteras no están iluminadas, pensamos que para no molestar al observatorio astronómico, están muy bien mantenidas, con un buen número de luz muerta, bien señaladas, así que no es problema.

El regreso fue interesante, ya era muy noche, la neblina nos rodeaba y creaba una buena vista con las luces de los carros. El dolor no importaba, todavía era feliz por ver la lava.

Cuando llegamos al cuarto ya me sentía muy mal, solo descargué las fotos a la computadora y me dormí por 3 horas, hasta que el dolor ya no me dejó, caminé, vi tele, me di vueltas en la cama, sillón, piso, hasta que me enfadé a las 6 de la mañana y le dije al bobby que por favor me llevara al hospital; ya me hacía operada en Hawaii, sin poder caminar, meterme al agua, ni lucir mi bikini.

El dolor cedió, la doctora me dio unas pastillas poderosas por si volvía a pasar y por fin, dormí.